A unos cien
kilómetros al este de La Habana, a la vera de una bahía de aguas tranquilas y
sobre colinas ondulantes que atraviesan tres ríos, se asienta Matanzas, capital
de la provincia del mismo nombre, una urbe horizontal y lenta, envuelta en una neblina
azul que se acentúa al amanecer. Le llaman, por sus puentes, la Venecia cubana,
y como es tierra de poetas, se le conoce asimismo como la Atenas de Cuba.
En música,
Matanzas marca también una huella indeleble. Es la plaza fundamental del
complejo danzario de la rumba y la cuna del danzón y del danzonete.
Matanceros
ilustres son José White, compositor notable y violinista genial que conquistó
en propiedad la cátedra de Allard en el Conservatorio de París; Nilo Menéndez
(Aquellos ojos verdes), Frank Domínguez (Tú me acostumbraste) y Dámaso Pérez
Prado, el creador inmortal del mambo, uno de los grandes de la música cubana.
De Matanzas
se dice que es la ciudad menos cubana de la Isla. Eso es solo en apariencia, si
bien es verdad que su arquitectura difiere de la del resto del país. Los de
imaginación más desbordada le ven el aire veneciano que emana de sus puentes.
Tierra de poetas, pintores y músicos, azul y sosegada, pero abalanzada
vorazmente hacia la vida y el futuro, Matanzas es fascinante y acogedora; uno
de esos sitios en que tan bien se está.
Hoy
recorreremos sus calles, conoceremos su gente , su historia, costumbres y
tradiciones, su gastronomía y su música, todo ello de la mano de nuestra
compañera Ariane Gonzalez Brizuela.
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