El franciscano Antonio Alegrías fue el primero que lo vio todo, el día en que subió al cerro cargando la cruz. Esa que hoy domina la ciudad y se mantiene en perenne vigilia por encima del inmenso territorio que responde al nombre de Holguín. Cinco siglos después de haber sido "descubierta" Holguín sigue provocando los mismos asombros que debieron estremecer de belleza al Gran Almirante.
"Nunca antes tan fermosa cosa vido", anotó Cristóbal Colón en su bitácora de viaje y uno continúa confirmando la frase en antiguo castellano, como si el tiempo no importara. Y es que Holguín es tierra en trance. Una naturaleza agreste y diversa, exuberante, que se combina con la transformación incesante que ejerce el ser humano. Aunque este todavía no alcanza a dominarla por completo y entabla con ella una batalla respetuosa. Aquí hasta la quietud es majestuosa, casi sacra. Todo es grande, desde las industrias hasta las iglesias. Las distancias parecen de continente.
El territorio nororiental que hoy abarca la provincia de Holguín fue escenario el 28 de octubre de 1492 del arribo a Cuba del almirante Cristóbal Colón, quien al desembarcar en Bariay exclamó que esta es la tierra más hermosa que ojos humanos vieron.
Las exploraciones arqueológicas en las cuevas de Farallones de Seboruco, en el municipio de Mayarí, demostraron que las más primitivas culturas descubiertas fueron en ese lugar hace seis mil años. Es por ello que se menciona al hombre de Seboruco como el primer poblador de la provincia de Holguín.
La Loma de la Cruz es paraje infranqueable en la naturaleza de Holguín. Es algo más que una imagen cautiva en esta parte oriental. Es acaso la aproximación a un extremo que ha llegado a penetrar en la misma sustancia de la ciudad, traducido en alegoría y timbre para muchos de sus hijos.
Es bastante significativa La Loma de la Cruz para los holguineros, en ella se conjugan distintos hechos históricos, manifestaciones de su cultura y tradiciones que la han vinculado al desarrollo histórico y cultural de la comunidad.
Como guardiana siempre majestuosa observando la ciudad a sus pies. La Loma de la Cruz, con su mezcla de fantasía y realidad asociada a la presencia de una cruz de madera en su cima, colocada el 3 de mayo de 1790 por Fray Antonio de Alegría, de la comunidad franciscana en Holguín.
Para llegar hasta lo alto de la loma hay una carretera, pero muchos prefieren ascender por medio de los 458 escalones y allí estará situado en el punto natural de referencia para localizar distintas partes de la ciudad.
Su altura es de unos 275 metros sobre el nivel del mar, y alrededor de 127 metros sobre la ciudad.
Todos los 3 de mayo se celebraban en Holguín las Romerías de la Cruz de Mayo, tradición que se ha rescatado por varias organizaciones y organismos de la ciudad, especialmente la Asociación Hermanos Saíz, porque como bien enarbolan los organizadores NO HAY HOY SIN AYER.
Durante la guerra de los 10 Años el ejército español construyó allí un fortín e instaló un heliógrafo que emitía sus claves a otras elevaciones, como medio de comunicación entre tropas.
El 17 de mayo de 1870, el mambí Pedro Martínez Freyre, Coronel del Ejército Libertador, compuso el Himno Holguinero, cuya música se atribuye a José María Ochoa, notable compositor y músico. Martínez Freyre pertenecía a las fuerzas comandadas por el entonces Brigadier Calixto García.
I
¡A la lid, holguineros valientes!
¡No temáis del tirano la saña!
¡Ni dobléis como siervos la frente
ante el déspota inicuo de España!
II
¡Somos libres! Lo anuncia el sonido
que se esparce del viento en las alas,
del cañón el tremendo estampido
y el continuo silbar de las balas.
III
¡Libertad, libertad! A tu nombre
late el alma de gozo en el pecho.
¡Libertad, libertad! Por ti el hombre
deja alegre su bien y su techo.
IV
Que es mil veces más dulce una fosa
que la vida en silencio profundo;
y en la paz del esclavo oprobiosa,
justa befa y escamio del mundo.
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